I. LA BUENA REDACCIÓN.
De acuerdo con Carmen Galindo, la persona que tiene como
trabajo redactar un texto debe percibirse como un artesano produciendo un
objeto. El texto es el objeto del redactor. Tanto el artesano como quien
escribe deben conocer –lo más profundamente posible- sus herramientas y la
materia que deben vencer, ya que deberán hacerlo de una manera práctica,
concreta.
Esta
autora plantea que así como un carpintero no trata con rudeza el quebradizo
triplay, sino que se auxilia de la sierra y el cepillo cuando tiene que cortar
y rebajar la madera; la persona que redacta puede seguir este proceder con la
escritura, mediante el estudio y conocimiento del lenguaje y de la palabra.
A
continuación se ofrecen algunas recomendaciones para una buena redacción
tomando como base precisamente el conocimiento del lenguaje y de la palabra,
que son la materia prima del redactor y, sustento de la gramática y el estilo.
- Uso de diccionarios.
La
herramienta fundamental del redactor son los diccionarios. Consultarlos de
manera constante es indispensable para moldear la materia del escritor que como
ya se dijo, es la palabra. Existe una gran variedad de diccionarios:
a) semánticos: donde aparecen las palabras y enlistados
sus distintos significados.
b) de uso: en vez de una definición, se ofrece frases en
que se observan los modos de empleo de cada palabra.
c) de sinónimos: como su nombre lo indica, enlistan los
vocablos afines al que se busca y con ello se evita la repetición de palabras.
d) de dudas del idioma: incluyen las principales dudas
gramaticales que se presentan a la hora de redactar tales como la conjugación
de los verbos irregulares, el uso de preposiciones, la ortografía de palabras
provenientes de otros idiomas, gentilicios poco comunes y aun los barbarismos
más frecuentes y su corrección.
e) enciclopédicos: no dedicados al idioma, sino a
conocimientos de orden general. Auxilian a resolver dudas sobre personajes y
hechos históricos, datos geográficos, temas científicos y culturales.
f) biográficos: además de proporcionar, por lo general en
forma escueta, los principales acontecimientos vitales de un personaje, permiten
verificar la ortografía correcta de nombres y apellidos. Suelen estar al día
porque constantemente se reeditan, además de incluir personajes de la cultura
popular, como actores de cine o deportistas, muchas veces no incluidos en los
diccionarios enciclopédicos.
g) de especialidades: sirven para consultar distintos
temas por especialidad. Existen de filosofía, ciencia, historia, economía,
literatura, psicología, administración, etc.
- Escribir, escribir y
escribir.
Muchas
veces se piensa que el arte de escribir es un privilegio para unas cuantas
personas. Nada más falso. Lograr un texto correctamente escrito implica no sólo
conocimiento sino dedicación y práctica; de esta forma si uno dispone de unos
minutos diariamente para escribir lo que en ese momento se le ocurra, habrá
iniciado el camino para lograr una buena redacción.
- No repetir vocablos.
Al
contrario de lo que podría suponerse, en el momento de escribir, cuando más las
necesitamos, contamos con menos y no con más palabras. Muchos términos que
empleamos al hablar son soslayados por diversas razones: desconocemos su
ortografía, tenemos dudas sobre su significado exacto o son más propios del
habla que de la lengua escrita. Para los dos primeros problemas, ya se comentó
que el diccionario es una valiosa herramienta para su solución. Pronto
estaremos familiarizados tanto con la ortografía como con los significados de
nuestro vocabulario habitual. El tercer problema atañe a cuestiones de gusto y
hasta de personalidad; a algunos, les agradará acercarse a la lengua de todos
los días; a otros, en cambio, preferirán una lengua menos cotidiana. Sin
embargo, la necesidad permanece: no hay que repetir palabras. Este imperativo
lleva a la siguiente recomendación.
- Leer
No
hay mejor forma de ampliar nuestro léxico y de paso nuestro horizonte cultural
que leer. Un poeta norteamericano acostumbraba colgar sobre su cama, como si
fueran móviles, cartones con palabras y las cambiaba conforme se familiarizaba
con ellas. Ésta es una vía; la otra, la única, es leer y de preferencia obras
en español.
- No emplear sinónimos
rebuscados.
Escribamos
de modo que se nos entienda y más hoy en que la literatura es cada día menos
escrita y más hablada. Siempre es válido el consejo del poeta Antonio Machado,
a través de su imaginario profesor Juan de Mairena, de que la frase “los
eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” se oye y se entiende mejor cuando se traduce al
lenguaje llano “Algo pasa en la calle”. Lo mismo opina de este
otro ejemplo que llama de amplificación superflua: “Daréte el dulce fruto
sazonado del peral en la rama ponderosa”, lo que obliga al otro a
responder: “¿Quieres decir que me darás una pera?
De
esta forma es necesario no olvidar que las palabras rebuscadas limitan el
aprendizaje de la buena redacción.
- Adjetivar para
orientar al lector.
Debemos
comprometernos con el lector para que entienda el sentido de nuestro
pensamiento, no podemos suponer que lo adivina sin siquiera insinuárselo. Si
describimos la característica de un fenómeno, al lector le interesará saber si
la consideramos buena o mala. En este sentido cuando redactamos por ejemplo la
solicitud de un trabajo que nuestros alumnos han de entregar, es importante que
en nuestro texto se incluya las características del mismo por medio de adjetivos
explicativos (ensayo breve, resumen ilustrado,
etc.); posesivos ( su ensayo, su calificación, mi
compromiso); numerales (primer parcial, el tercio
de su calificación).
- No prodigar los
adverbios y cuando aparezcan colocarlos junto al verbo.
Los adverbios tienen la desventaja de que la mayoría
acaban en ...mente. Si en dos oraciones seguidas hay dos adverbios, casi seguro
se escuchará un sonsonete. Si no podemos evitarlos, aquí está el “remedio y el
trapito”: Evidentemente, claramente,
inmediatamente y parcialmente, por citar cuatro ejemplos, se sustituyen por es
evidente, con claridad, de inmediato, de modo o de manera parcial.
Cuando
más de dos adverbios van juntos, sólo el último tiene la terminación en mente:
clara e inmediatamente.
Como
la función habitual del adverbio es modificar al verbo precisando las
características de la acción, es conveniente colocarlo junto al verbo, al
adjetivo o al adverbio que modifica. Por ejemplo, “mediante una detallada
argumentación, concluyó acertadamente”, en vez de “concluyó, mediante
una detallada argumentación, acertadamente”.
- Evitar las palabras
vaga.
Es
común el uso de palabras como cosa, especie, algo, para referirnos a
objetos o situaciones que pueden precisarse en un texto. Cuando escribimos “en
su declaración, el Presidente analizó, entre otras cosas, que la
deuda externa obedece a...” demostramos que no sabemos a ciencia cierta cómo
catalogar las tales cosas. En este ejemplo, es preferible escribir “en su
declaración, el Presidente analizó, entre otras causas, que la deuda
externa obedece a...” Hay ocasiones en que estas formas sí son indispensables
en la escritura porque son parte del caudal del idioma, como en el título de la
obra de Michel Foucault, Las palabras y las cosas, o en el de una
película mexicana Algo flota sobre el agua, donde no podrían omitirse
porque la generalidad (de las cosas) o la vaguedad (de algo) es
el significado que se quiere comunicar. Sin embargo, deben sustituirse con
términos más precisos en los casos en que el redactor, por flojera mental, deja
indeterminado lo que percibe con vaguedad.
- Evitar los verbos que sirven para todo.
Existen ciertos verbos que se emplean a manera de
“comodines”, tales como: hacer, poner, decir, ser, estar, haber, tener, etc.
Ciertamente, es correcto escribir “hizo un cuadro”, “hizo una escultura”, “hizo
una película”, “hizo una novela”, “hizo una paella”; pero se gana en
precisión cuando escribimos “pintó un cuadro”, dibujó una figura; talló,
esculpió o modeló una escultura; filmó, actuó o dirigió una película; escribió
una novela o cocinó una paella”. A veces basta con detenernos para observar
si el verbo que utilizamos no cambia el significado de nuestro mensaje. En la
frase “puso la jarra sobre la mesa”, el verbo poner está empleado en su significado
directo, es imprescindible; en cambio, en la expresión “se puso a pensar”, el
verbo está empleado no en su significado directo, sino figurado, vale decir
está usado como auxiliar. Hay veces que lo que pretendemos decir es
precisamente “se puso a pensar”, entonces, es obvio, dejémoslo así, pero la
norma sigue en pie: no abusemos de los verbos “comodines”.
- No elegir las
palabras por bonitas, sino por su significado.
Un
texto plagado de palabras, bellas de por sí, pero que no vienen al caso, es una
clara señal de inexperiencia al redactar. Debe elegirse cada palabra por su
significado; no prodiguemos, entonces, espejismos, demiugos, dialéctica,
sistémico, azogues, querubines y piedras preciosas ni adjetivos elogiosos o
furibundos como espléndido, excelente, magistral, infame, criminal o
canalla a no ser que el sentido, muy bien, meditado, lo justifique.
- No emplear
tecnicismos innecesarios.
Utilizar
la jerga del oficio deja fuera de la conversación al lector; sin embargo, en
algunos casos los tecnicismos son indispensables; por ejemplo, no es lo mismo
los capitalistas que los ricos, aunque la segunda palabra la entendemos todos.
De ahí que los tecnicismos deban usarse, pero siempre explicando enseguida su
significado. De lo que se deduce, también, que deben emplearse con parquedad.
Es
importante no olvidar al lector a quien va dirigido nuestro texto, pues si
hablamos de la redacción de las memorias de un congreso de médicos, resulta
casi indispensable el uso de ciertos términos comunes al lenguaje de la
medicina.
- No abusar de las
siglas.
Muchas
organizaciones sociales emplean siglas; el redactor debe escribir en la primera
referencia el nombre completo, poner entre paréntesis las siglas y en el resto
del texto emplear indistintamente las siglas o el nombre. Ejemplo: “Ayer se
reunió la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)”.
- La prosa no debe
rimar.
En
el texto suelen aparecer frases que riman de modo no deliberado. En particular
la terminación en ón, por su frecuencia, suele aparecer
tan cercana a otra semejante que el indeseable verso aparece a cada rato: “En
ocasión de la conmemoración de la publicación de El son del corazón de
Ramón López Velarde, la reflexión de un crítico literario fue...” En
estos casos existen cinco posibilidades: cambiar, omitir, alejar, pluralizar o
resignarse. “Con motivo de las conmemoraciones de la publicación del
libro póstumo de López Velarde, titulado El son del corazón, un crítico
literario escribió las siguientes reflexiones:...” Al corregir, se
cambió “en ocasión” por “con motivo”; se omitió “Ramón”; se alejó “publicación”
de “El son del corazón”; se pluralizaron “conmemoración” y “reflexión”; nos
resignamos, admirativamente, respecto de “El son del corazón”, donde por cierto
los sonidos reiterados constituyen un efecto intencional.
- Partir de un
esquema.
Es
de gran ayuda tener un esquema que, con menor o mayor detalle, trace una guía
que debe seguir el texto. Esto evita perderse y, al asignar espacios a los
puntos que se abordarán, le otorga estructura y equilibrio al escrito, y elude
la desproporción.
Para
elaborar el esquema es recomendable escribir todas las ideas que tenemos en
mente con el objeto de seleccionar aquellas que parezcan más atractivas y,
sobre todo, pertinentes.
Este
esquema que puede ser de dos o tres puntos o que, si se trata de una
investigación larga, es equivalente al índice del libro, tiene la
característica de ser provisional y, por lo tanto, sufrirá cambios a
consecuencia de que conforme avanza la investigación, resulta indispensable
hacer pequeños ajustes.
- Hacer muchos, muchos
borradores.
Uno
es el esquema y otro, el borrador. La escritora norteamericana Mary McCarthy
acostumbraba poner 1 500 páginas de un lado de su escritorio y otras 300 en el
otro, lo que explicaba diciendo que era necesario arruinar las primeras para
conseguir 300 bien pulidas. El borrador contiene las distintas versiones de
nuestro texto, del cual, de una vez a la siguiente, cambiamos palabras,
puntuación, orden de los párrafos y hasta enfoques.
Si
alguien piensa que sólo los artistas deben escribir borradores, se le podría
responder que si ellos, con todo su talento a cuestas, los escriben, con mayor
razón cualquiera de nosotros.
- Releer lo escrito
como si fuera otro el autor.
El
primer escrito de un texto es el propio redactor. De hecho, una vez conseguido
un primer borrador, las correcciones dependerán de la capacidad crítica de uno
mismo. Esta tarea, sin embargo, se dificulta por la cercanía con el texto; es
indispensable fortalecer la facultad de autocrítica creando distancia,
leyéndonos con frialdad, desdoblándonos para leer lo escrito como si fuera de
otro.
Ayuda,
en esta tarea, leer en voz alta, pues se descubrirán defectos –de puntuación,
de rima, de monotonía- que escapan a la lectura visual.
- Entrar directamente
en materia.
Muchos
textos comienzan por hablar de la economía mundial, luego abordan la de México
y cuando llegan al tema de la industria de Tijuana ya malgastaron tiempo y
espacio. Una vertiente particular de este error es que el autor trate de
justificar por qué ha elegido o por qué tiene importancia este tema, cuando
esta importancia tiene que demostrarse por sí misma u ocupar una cuantas
líneas. Así, es indispensable entrar directamente en materia, pues de lo
contrario se corre el riesgo de que cuando se llegue a lo central se acabó el
tiempo, el espacio y hasta la paciencia del lector.
- No prodigar las
frases adverbiales y conjuntivas.
Nos
referimos a expresiones como: no obstante, mientras tanto, sin embargo,
por un lado, por otra parte, además, en efecto, en realidad,
etcétera. Son lazos de unión que en la mente del que escribe fingen la ilación
del discurso. Aunque estas expresiones forman parte fundamental del idioma, hay
que leer el texto terminado y si aparecen en exceso tachar aquellas que no son
indispensables. Por esta vez la solución es sencilla: si no son estrictamente
necesarias, sobran. Leamos nuestro texto terminado, si hay un además o
un mientras tanto o por un lado que no quieren decir de modo
exacto que hay algo además o que sucedió otro hecho mientras tanto
o si hay por una parte y no hay por otra, quiere decir que
debemos usar nuestra goma de borrar.
- Evitar párrafos
estilo chorizo.
Como
existe un gran terror de escribir, una vez que rompimos el hielo de la página
en blanco no queremos enfrentarnos al punto y aparte, que aunque disminuido,
reitera el primer enfrentamiento. Por eso, prodigamos las frases adverbiales y
conjuntivas mencionadas en el párrafo anterior y nuestras oraciones se suman
unas a otras unidas por expresiones como en efecto, en realidad, además, a
pesar de todo, con el resultado de que nos queda una retahíla de oraciones como
chorizos atadas con sus nudos de frases adverbiales. Pasar de un párrafo a otro
requiere valor, no frases adverbiales y conjuntivas. Todavía peor es cuando el
temor de iniciar un párrafo lleva a unir las oraciones por medio del proteico que.
Tan común ha sido este defecto que incluso se le ha otorgado un nombre, el de queísmo.
Un ejemplo: “Se requiere la formación de cuadros profesionales entre los
campesinos que tomen en cuenta los avances que la
economía ha desarrollado en las empresas colectivas agropecuarias y
agroindustriales, que se enriquecerían con la experiencia de
investigadores nacionales”. En este breve párrafo el lector duda si el primer que
se refiere a los cuadros profesionales o a los campesinos, si el tercer que tiene
como antecedente a los cuadros profesionales, a los campesinos o a las empresas
colectivas.
- Alternar frases
breves y largas.
Sin
duda, las frases largas y breves están determinadas por lo que se quiera decir
y no se puede recortar lo que de por sí es largo y alargar lo que requiere sólo
de pocas palabras, pero dedicar atención en este sentido nos permitirá una
combinación de frases breves y largas que mejoran el ritmo de la prosa.
- Párrafos breves.
Los
expertos señalan que más de 12 líneas (de 65 golpes de máquina cada una)
pierden la atención del lector, de ahí que los párrafos de los diarios tengan,
por lo general, entre ocho y doce líneas como máximo. Sin embargo, debido a la
mayor preparación de los lectores, las revistas especializadas soportan
párrafos más largos y los libros, por su número de páginas, párrafos aún más
extensos. Sobre todo si se comienza a escribir, son preferibles los párrafos
breves, aunque no debe caerse en el extremo contrario de quienes prodigan los
puntos y aparte al grado de simular un telegrama de frases sueltas, sin
ilación.
II. ERRORES DE LÓGICA EN LA EXPRESIÓN DE IDEAS
Una
de las metas de la comunicación escrita es lograr que el lector comprenda el
mensaje conforme a la intención del redactor. Por ello, la preocupación
principal de la persona que escribe debe ser la de expresar sus ideas con
claridad; es necesario que el redactor conozca ciertas fallas de razonamiento
que pueden conducir a errores de interpretación en sus textos.
- Definiciones.
La
definición consiste en la explicación del significado de una palabra o
expresión. Tiene por función delimitar con precisión lo definido, dando a
conocer sus cualidades características, de manera que el objeto no pueda ser
confundido con otro. En un escrito, se recurre a la definición de ciertos
términos para facilitar la comprensión del texto. Las finalidades de la
definición son:
- Explicar el
significado de las palabras claves de un escrito, así como de las palabras
nuevas, ambiguas o vagas.
- Explicar la
connotación que se le da a una palabra en determinado escrito.
Recomendaciones:
a) Debe ser breve:
la definición debe ayudar a la memoria a tener un concepto rápido y útil
del objeto; de lo contrario, en vez de aclarar, oscurece lo que se pretende
conocer.
b) Debe ser más claro que lo definido: la claridad es
cualidad indispensable en toda definición, ya que su objetivo es dar a conocer
con exactitud los objetos que se definen por no ser muy conocidos.
c) Lo definido no debe entrar en la definición: no
repetir en la explicación, ni tácita ni expresamente, el término que se quiere
definir; de lo contrario se forma un círculo vicioso.
d) Debe convenir exclusivamente a lo definido: la
definición debe estar formado sólo por características del objeto definido.
e) La definición no debe ser dada en términos negativos:
dar una definición en términos negativos es lo mismo que darla en número
infinito; no se acabaría de enumerar todo lo que algo no es. No aclara nada el
sentido de la palabra “sofá” el decir que no es una cama ni una silla. Es
aconsejable definir siempre afirmativamente, a menos que el término exija una
definición negativa, por ejemplo: huérfano significa el niño que no tiene
padres.
f) La definición no debe estar sustentada en ejemplos: es
importante estar atento a expresiones como “es cuando”, “es donde”, etc., en
las que en realidad no se define nada sino que se efectúa una ubicación
temporal o espacial del objeto que se pretende describir. Ejemplos: “un dúo es
cuando dos personas cantan juntas” o “Cocina es donde usted prepara
los alimentos”. Ambas definiciones son correctas cuando se escribe que el dúo “está
formado por dos personas que cantan juntas”; y la cocina es “el espacio
físico donde se preparan los alimentos”.
- Silogismos.
El
silogismo es un razonamiento que contiene en su forma perfecta dos premisas y
una conclusión:
“Todos los hombres son mortales; todos los griegos son
hombres; luego todos los griegos son mortales.
La
validez de una conclusión puede ser comprobada al descomponerla en las premisas
que la han originado y al analizar la relación lógica entre la conclusión y las
premisas.
Tomando
en cuenta que una de las principales recomendaciones para la persona que
redacta un texto es que revise la validez de sus razonamientos, es conveniente
establecer la siguiente regla de oro:
La
conclusión de un razonamiento debe ser siempre una verdadera consecuencia de
las premisas que la originaron.
Para
ello hay que observar lo siguiente:
a) Cuando las dos premisas que preceden a una conclusión
son afirmativas, ésta no puede ser negativa.
b) Cuando las dos premisas son negativas, no se puede
llegar a ninguna conclusión.
c) Cuando una de las dos premisas es negativa y la otra
afirmativa, la conclusión siempre debe ser negativa.
- Incoherencias.
Uno
de los errores que con más frecuencia se cometen en la redacción es la
incoherencia. Dentro del escrito se pueden encontrar de tres tipos:
a) La contradicción.
Esta
forma de incoherencia aparece cuando en una misma oración se afirma y niega
simultáneamente un enunciado: “su respuesta no es urgente y le rogamos
nos la envíe a la mayor brevedad posible”.
Cabe señalar que esta forma de incoherencia aparece raras
veces en un escrito.
b) La incompatibilidad de predicados.
Esta
forma se presenta cuando los enunciados no tienen una relación lógica. Por
ejemplo cuando la naturaleza del sujeto excluye lo que se menciona en el
predicado: “Juan es venezolano y auténtico mexicano”.
Esta
clase de incoherencia es más encubierta y se encuentra con mayor frecuencia. La
única manera en la que se podría formular un juicio como el del ejemplo, sería
aclarando que Juan es de nacionalidad venezolana pero que, por sus costumbres,
puede considerarse un auténtico mexicano.
c) La falta de continuidad.
Consiste en enunciar una proposición después de la otra
sin que haya una relación entre ambas. Por ejemplo:
“Reconfirmo esta idea puesto que si nuestra forma de
gobierno claro está no es un despotismo, estamos casi llegando a él, debido a
que la plena libertad jamás será alcanzable por el hombre pero también sabemos
que nuestros dirigentes políticos nos imponen a nosotros y no podemos reclamar
puesto que nos caería el peso de la ley”.
Este ejemplo señala la
incoherencia que se encuentra con más frecuencia en todo tipo de texto escrito.
En este párrafo, aparte de su deficiencia gramatical, se observa una falta de
continuidad en las ideas, la cual consiste en enunciar una proposición después
de la otra sin que haya una relación entre ambas.
La recomendación para
evitar este tipo de incoherencia es formular oraciones completas y claras, así
como evitar desviaciones injustificadas del tema.
4. Falacias.
Una falacia es una forma
de argumento no válido. Representa errores o descuidos en el razonamiento. Aquí
se enfocan solamente algunas de las que pueden convertirse en obstáculos para
lograr una clara comunicación escrita.
a) Falacia del equívoco.
“El fin de una cosa es su perfección: la muerte es el
fin de la vida; por lo tanto, la muerte es la perfección de la vida”.
En este razonamiento se
confunden dos sentidos de la palabra “fin”. Esta puede significar “objetivo” o
“último acontecimiento”. Ambos significados son legítimos, pero no pueden ser
usados indistintamente.
En la mayoría de las
palabras hay más de un significado literal. El problema del equívoco surge
cuando se usan dentro del mismo contexto los diversos significados que puede
tener una palabra o frase.
Las recomendaciones para
eludir esta falacia son prestar atención a las diferentes connotaciones de cada
palabra para evitar el uso errado de vocablos; y tener cuidado en utilizar cada
término que se repite dentro del razonamiento con un sentido unívoco.
b) Anfibiología.
§ “Cómo
conservar los dientes sanos”.
§ “Se
venden medias para niñas importadas”.
§ “Un
policía levantó infracciones a varios carros en estado de embriaguez”.
§ “Cuando
Alejandro se casó con Carolina, sus hijos se disgustaron”.
§ “Los
estudiantes que a continuación se especifican para ser admitidos
definitivamente en la Universidad deben aprobar el Curso de Recuperación
Académica”.
Los enunciados anteriores
son ambiguos debido a su estructura gramatical. La anfibiología consiste en
presentar una información confusa por combinar las palabras de manera
descuidada o torpe.
La principal
recomendación que ofrecemos es observar las normas para la construcción de
oraciones, así como tener cuidado de no dar lugar a más de una interpretación
al usar los pronombres reflexivos o posesivos.
c) Falacia de composición.
“Dado que cada parte de esta máquina es liviana, la
máquina es liviana”.
El ejemplo es falaz en
cuanto se infiere que un todo (la máquina) posee cierta característica
(liviandad), a partir de la premisa de que cada parte de ese todo tiene la
propiedad en cuestión. De la misma forma, el hecho de que los miembros de una
orquesta sean excelentes músicos, no implica que la orquesta sea excelente.
Es importante que los
juicios no se formulen de manera categórica y universal, cuando esto no se
pueda verificar. Además tampoco es recomendable atribuir facultades que sólo
corresponden a ciertos miembros de una clase, a todas las personas u objetos
que le pertenecen o, a la clase misma.
d) Apelación de la autoridad.
“Como dice Einstein, todo es relativo”
“Según Shakespeare, las mujeres son ángeles”.
En estos ejemplos se
apela al sentimiento de respeto que tiene la gente que goza de prestigio, para
lograr la aceptación de una conclusión. Sin embargo es importante no citar a la
autoridad fuera de su campo o fuera de su contexto; y tener cuidado de no
alterar el pensamiento de las fuentes citadas.
e) Círculo vicioso.
“La señorita Pérez debería ganar el concurso de
belleza porque es la más bella de las concursantes”.
La falacia de este
argumento consiste en que, en lugar de explicar las características que hacen
de la Srita. Pérez la más bella, repite algo que ya está implícito (la ganadora del concurso de belleza tiene
que ser la más bella). En el círculo vicioso se invoca, como prueba de aquello
que se quiere probar, precisamente a aquello que se quiere probar.
Para evitar esta falacia
es importante no repetir en otras palabras lo que ya implícito en la
afirmación.
III. VICIOS DEL LENGUAJE
“BABLISMO”.
Este
vicio es el peor enemigo de la concisión. Se incurre en esta abundancia estéril
por varios motivos:
Por
rodeos innecesarios:
“Si usted me concede el correspondiente permiso, en la
presente ocasión aprovecharé la oportunidad que se me ha presentado para
intentar, en la medida de lo que esté a mi alcance, llevar a cabo una
comprobación de los hechos que ocurrieron”.
Forma
concisa:
“Le solicito permiso para comprobar los hechos
ocurridos”.
Por
exceso de formulismo:
“Sin otro asunto que exponer a su digna consideración, me
permito expresarle mi más profundo agradecimiento por cuanto se sirva hacer a
favor de mi solicitud y le reitero la seguridad de contar en mí como un atento
y seguro servidor”.
Forma
lógica:
“Profundamente agradecido, estoy a su disposición”.
Por
uso de redundancias:
“Yo pienso en mi interior que, si no estoy errado, es
usted la única persona indicada para pedir que se reinicie de nuevo la
tabulación de las tablas en que figuran los lapsos de tiempo requeridos”.
Forma
apropiada:
“Pienso que usted es el más indicado para pedir la retabulación
de los lapsos requeridos”.
Por
exagerado celo explicativo:
“Los reclutas, o mejor dicho los soldados recluidos,
miraron al sitio o al lugar en que se encontraba el encerado, o lo que es lo
mismo, el tablero que nosotros llamamos pizarrón”.
Forma
directa:
“Los reclutas miraron hacia el pizarrón”.
Por
contagio de “cotorreo” coloquial:
“De acuerdo con lo que conversamos personalmente durante
la convención de Acapulco, circunstancia que resultó muy agradable para mí por
tratarse de un bellísimo lugar que no conocía y de una gente muy atenta como
son ustedes, los guerrerenses, le comunico que después de consultarlo con mis
asesores he resuelto participar en el negocio...”
Forma
adecuada:
“En
relación con la plática que sostuvimos durante la convención de Acapulco,
comunico a usted que he resuelto participar en el negocio...”
“COSISMO”.
Abuso de la palabra “cosa”, sin buscar el término preciso.
Ejemplo:
El altruismo es cosa rara (virtud, cualidad).
“MISMISMO”.
Uso indebido del pronombre “mismo”.
Ejemplo:
Terminó la entrega de solicitudes y las mismas serán resueltas...
(Terminó
la entrega de solicitudes, que serán devueltas...)
“QUEÍSMO”.
Repetición
y mal empleo de “que”.
Ejemplos: Fue entonces que lo vi (Fue entonces
cuando lo vi).
La casa que está en la esquina que da al este es la que le
pareció que era la más
indicada para lo que se proponía.
(La casa situada en la esquina este, le pareció la más indicada para su
propósito)
“DEQUEÍSMO”.
Empleo
innecesario de la preposición “de” antes de “que”.
Ejemplos:
Se le comunicó de que era
necesario...
(Se
le comunicó que era necesario...)
Les informaron de que
debían enviar...
(Les informaron que
debían enviar...)
También
se comete el error de manera contraria, por carencia, cuando corresponde usar
esa preposición y se le suprime:
Ten la seguridad que
estos datos son correctos.
(Ten la seguridad de que
estos datos son correctos).
“GERUNDISMO”.
Uso
excesivo de gerundios. La acción del gerundio debe ser simultánea o anterior a
la del verbo, pero nunca posterior. Tampoco debe ser usado como adjetivo:
Existe una ley
reglamentando el tránsito.
(Existe una ley que
reglamenta el tránsito)
Agradeciendo de antemano
su atención
(Agradezco su atención)
“CUYISMO”.
Empelo
indebido del pronombre “cuyo”.
El año pasado visité
Córdoba, en cuya ciudad me divertí mucho.
(El año pasado visité
Córdoba, donde me divertí mucho).
“SINO”
y “SI NO”.
Es
frecuente el empleo equivocado de estos términos.
“Sino”
es una conjunción que enlaza elementos semejantes de una misma oración. Por
ejemplo: No habló, sino escribió.
“Si
no...” son dos palabras que se utilizan juntas para expresar una condición. Por
ejemplo:
Si no puedes llegar temprano, mejor no vayas.
“BARBARISMO”.
Vicio del lenguaje que
consiste en escribir mal una palabra, pronunciarla mal o usar voces extranjeras
cuando existe en español la palabra con el mismo significado. Ejemplos: ticket
(boleto), show (espectáculo), look (imagen o apariencia), sport (deportivo).
Sin embargo hay que tomar
en cuenta que existen palabras extranjeras aceptadas en la lengua española, por
no haber una palabra cuyo significado corresponda exactamente al de la voz
extranjera. Ejemplos: hot cake, sandwich, matiné, boicot.
“ARCAISMOS”.
Son palabras o
expresiones pasadas de moda, actualmente en desuso. Ejemplos: menester,
su afectísimo amigo y seguro servidor, etc.
REDUNDANCIA.
Repetición
inútil de palabras con sentido equivalente. Ejemplos: lapso de tiempo (lapso),
breve resumen (resumen), más mejor (mejor).
CACOFONÍA.
Es
la ruptura de la armonía, la disonancia que se produce en el encuentro de dos
palabras o letras con sonidos similares, la reunión de las mismas letras o
sílabas en una oración. Ejemplos:
Rápidamente
regué las rosas rojas.
La
luz de la lejana luna ilumina la laguna.
Durante
tres trimestres tendrán tanto trabajo que no podrán tomar sus vacaciones.
REPETICIÓN.
Es la monotonía de utilizar siempre los mismos vocablos.
Demuestra la pobreza del vocabulario:
Valora en todo lo que valen tus valiosas
acciones.
Es
necesario darle mucho agua al niño, ya que el agua
impide que el niño se deshidrate al perder el agua de su
organismo.
Es
un hecho que ha hecho un esfuerzo, y esto se ve en
el hecho mismo de que ha hecho su trabajo sin la
ayuda de nadie.
La
repetición de una palabra debe evitarse:
- Eliminando alguna
palabra.
§
Cambiando alguna palabra por otra, sin alterar
el sentido del escrito.
- Variando la
redacción, pero conservando el sentido de lo que se dice.
RECOMENDACIONES
A MANERA DE CONCLUSIÓN.
Mucho
se puede decir acerca de las normas de redacción, sin embargo la mejor
sugerencia que podemos hacer para quien desea mejorar su manera de escribir es
la formación de la voluntad. Si no existe voluntad de su parte, todo queda en
buenos deseos. Entonces, tomando como base este elemento, presentamos las
siguientes recomendaciones para desarrollar una buena redacción y a la larga
perfeccionar el estilo.
v Practicar de modo progresivo el arte de escribir. El
conocimiento de la gramática del español es indispensable, sin olvidar que para
que esto sea funcional es necesario el estudio
de la sintaxis, la semántica y la fonología.
v Manejar con frecuencia diversos tipos de diccionarios
para aumentar constantemente el vocabulario usual. Ampliar el lenguaje es
agrandar el horizonte de nuestro pensamiento.
v Cuidar la claridad como virtud máxima de la redacción
efectiva. Evitar las expresiones que puedan resultar obscuras o ambiguas para
el lector, los rodeos innecesarios y las expresiones vagas.
v Suprimir la redundancia y demás vicios del lenguaje.
v Cuidar con esmero la adjetivación y el uso de
adverbios.
v Prestar especial atención al uso de la puntuación y de
los signos auxiliares.
v Estar al día en materia idiomática. Conocer las
innovaciones y las prescripciones actuales en la lengua y en el uso particular
que interese al redactor.
Y,
lo más importante...
PRACTICAR CONTINUAMENTE.
Escribiendo aprendes a escribir.